Por: Súsej Paz
Son recurrentes los ejemplos en los medios de comunicación masivos bolivianos. La mayoría de ellos, so pretexto de defender los intereses de la mayoría, aprieta y destroza los más íntimos preceptos del lenguaje.
Las palabras en sí perdieron, en verdad, su sentido real y su verdadera dimensión. No sólo desaparecieron los principios básicos de su significado, sino que cambiaron el mismo, crearon nuevas acepciones a partir de ellos, y ahora son expresiones comunes.
Un claro ejemplo de ello es el “término”: yanomás. Entendida en oraciones como:
Que tal si vamos yanomás con este estreno…
Ahora nos contactamos yanomás con la unidad móvil
Yanomás vamos a los comerciales
Los ejemplos son tan variados como la diversidad de profesionales, empíricos y con formación académica, que ejercen la mejor profesión del mundo, como denominó Gabriel García Márquez al periodismo.
Las primeras injerencias de este tipo se producen con la adición de anglicismos en la lengua española, luego serán las acepciones populares correspondientes a las diversas culturas que integran la Hispanoamérica.
En el entendido de aclarar el yanomás de los medios, dividiremos esta conjunción lingüística en sus componentes esenciales:
Ya-no-más. Las posibilidades de su significado, dentro de la frase, pueden ser:
Ya: luego, inmediatamente.
No: adverbio de negación.
Más: adverbio comparativo. Idea de acceso, aumento, ampliación, etc.
No mas: basta de: no más líos - basta de líos.
Pero mas allá del significado, en sí, de cada palabra, tomemos en cuenta los posibles sinónimos y significados del conjunto de la acepción: inmediato, ahora, en este momento, a esta hora, etc.
Procedamos entonces a reemplazar el yanomás por sus posibles significados “reales” para entender el verdadero sentido de las oraciones anteriores:
yanomás
Que tal si vamos(vemos).....En este momento.......con este (el) estreno
Ahora nos contactamos......inmediatamente..........con la unidad móvil
Ahora / a esta hora.....vamos a los comerciales
Por lo visto anteriormente, se deduce que al usar la conjunción lingüística “yanomás” el emisor trata de dar a entender el grado de inmediatez, en cuanto a temporalidad se refiere, que tiene un determinado acontecimiento, hecho o acción.
Pero cómo entendemos este fenómeno lingüístico boliviano. Para ello nos remitimos a una disciplina que se encarga de la descripción científica de los signos y de los sistemas de significación: la semiótica.
Aclaremos, a grandes rasgos, los elementos de la definición anterior. Signo es todo objeto perceptible que de alguna manera remite a otro objeto. En cambio la significación es el proceso de la producción social del sentido en los diferentes textos que circulan en la sociedad.
Partiendo de ello, la semiótica entiende la literatura como una lengua particular basada en una lengua natural. A partir de este criterio, según el texto Metodología del análisis semiótico, un cuento “es un conjunto significante que funciona a manera de un signo lingüístico, analizable con los instrumentos conceptuales de la Lingüística.
Esta “unidad del signo (o del cuento, a nivel de relato) está enmarcada, en la terminología ideada por Saussure, por la dicotomía significante / significado, que sólo puede ser definida por una presuposición recíproca”. Un cuento presenta, entonces, una manifestación textual que es el resultado de la relación entre una expresión y un contenido.
Esta acepción se hereda de los principios básicos del Simbolismo, que divide la obra literaria en FORMA, la parte sensible de la obra literaria (el sonido en el poema, por ejemplo) y CONTENIDO (la parte inteligible, la idea: lo que dice el poema). Contraria a la acepción de los formalistas que entienden la FORMA no como un mero receptáculo en el cual se vierte un contenido pre-existente.
Los formalistas aclaran la confusa unidad de forma y contenido y la imposibilidad de interponer fronteras entre los “elementos lingüísticos” de la obra literaria y las “ideas” expresadas en ella.
El formalismo ruso en particular, que tiene vigencia entre 1915 y 1930, hereda tal concepción del movimiento futurista, que antecedió a éste. Esta corriente se caracterizaba por la atención a la palabra poética como autónoma en sí misma, y atención al hecho literario como hecho técnico realizado por medio de reglas y no por impulso de una fuerza mística. Este movimiento llega a ser uno de los más importantes movimientos teórico – literarios en Rusia antes de los formalistas.
Pero conozcamos y entendamos los conceptos generales de un movimiento radicalmente revolucionario y polémico denominado Formalismo.
En primera instancia, la literatura es un arte verbal, lingüístico. Por ello la manera, más lógica de fundar una ciencia literaria en la de confiarse a la ciencia del lenguaje.
Luego, el estudio de la literatura se debe dirigir al “hecho literario”, dotado de un significado autónomo.
Y finalmente, el “hecho literario” es una suma de procedimientos o técnicas, más o menos complejos, que deben ser analizados y reducidos a una unidad siempre más simple y clara.
Levi Jakubinskij, lingüista perteneciente a la escuela de Baudouin de Cortenay y por consiguiente a la Opajaz (“Sociedad para el estudio del lenguaje poético” de Petesburgo), parte del principio de Cortenay: “Los fenómenos lingüísticos se clasifican, entre otras cosas, según la intención con la cual quien habla emplea el material lingüístico”.
Además, hace una distinción entre el lenguaje práctico por una parte, en el cual las representaciones lingüísticas sirven solamente como medio de comunicación (cumple una mera función referencial), y los otros tipos de lenguaje en los cuales las representaciones tienen un valor por sí mismas.
Víctor Sklovskij, teórico de la literatura que se sirve en sus investigaciones de la lingüística moderna, por su parte, insiste en reducir el arte a un procedimiento particular, a un artificio, en el sentido primordial de la palabra.
Esto, según su percepción, le permite ver claramente el lenguaje de la poesía como un lenguaje “construido”, diferente del lenguaje cotidiano, meramente referencial. Las características de este último, es el automatismo, porque pertenece a la esfera del hábito.
En este tipo de lenguaje, muchas veces, se utilizan las frases incompletas o palabras pronunciadas solamente a medias. En el descuidado lenguaje cotidiano las palabras no se pronuncian clara y enteramente, muchas veces sólo sus sonidos iniciales emergen a nuestra conciencia.
Las cosas son representadas a través de algunos rasgos abstractos, como por ejemplo a través de números; o también vienen reproducidas, por decirlo así, según fórmulas, y no se presentan a nuestra conciencia. Para resucitar esta percepción de la vida existe el arte, cuyo fin es de dar una sensación de la cosa que debe ser visión y no simple reconocimiento.
Es decir, el arte complica la forma, la vuelve opaca para atraer la visión atenta, diferente del diario recorrer de imágenes monótonas y grises. Por lo tanto, el arte toma una cosa para hacerla diferente de las otras, para hacerla extraña.
El arte tiene un valor, en primer lugar, no porque nos descubra la realidad o nos la haga ver en sí misma, sino porque nos habla de una manera diferente de la forma simplemente referencial, comunicativa del lenguaje cotidiano o científico.
“En el arte es la forma la que se crea un contenido”, es la expresión más clara del formalismo ruso. Los procedimientos literarios son instrumentos de la forma para “manipular” diversos materiales. Ya no existe la oposición tradicional entre forma y contenido: “El alma de una obra literaria no es otra que su estructura”.
O según una fórmula simple: El contenido (y por tanto su esencia) de una obra de arte es la suma total de los artificios estilísticos que se emplean en ella”
Este enfoque lingüístico soslaya que la literatura es un sistema de signos, un código análogo a otros sistemas significativos, tales como la lengua articulada, las otras artes, las mitologías, las representaciones oníricas, etc.
La literatura, como arte, es un producto social, una práctica social que además está influenciada por factores externos a ella misma como los culturales. Esto no es reprochable en ningún sentido, puesto que el periodo de la historia en el que se desarrolla este movimiento, aún ciencias, como las comunicación, no existían como tales.
De alguna manera son un referente importante para los críticos marxistas que en base a sus principios formularán los suyos, tomándolos como base o en su caso como desaciertos fatales.
Aún hoy, cuando la comunicación y las nuevas acepciones lingüísticas no se desarrollan por completo, el yanomás será parte del diario vivir hasta que, los “hacedores” de nuevas palabras y por consiguiente de un nuevo lenguaje, no se enmarquen en el estudio no solo de la forma y el contenido, que son relevantes, sino también del entorno que influye en la creación de los mismos.
Sin el afán de contenderme con la Academia Real de la Lengua Española, las nuevas acepciones pueden parecer trascendentes por su continuo uso, pero le pido que se abstenga “yanomás” desde “ahoritita” a evaluar la inclusión en el diccionario de palabras que deforman el lenguaje, de ubicar “en hay” las nuevas (de)formaciones de nuestra cultura.